jueves, febrero 11, 2010

RECORDANDO RECUERDOS.



Si entras en un bosque, si sigues el ritmo del mismo, si comprendes los mecanismos con los que funciona la madre naturaleza, si te mezclas con lo esencial, con la realidad, con la sensación de que formamos parte de ella, de que venimos de ella, como todos los demás seres vivos, si se alcanza a comprender que somos parte del todo, que somos muy pequeños, frágiles, mucho más de lo que se pueda imaginar nadie, entonces todo cambia. Es una de las cosas que aprendí en Aniak, que la teoría era tan real como la vida misma, que todo es energía, que un bosque tiene su propio ritmo, hay que respetarlo, integrarse en él y andarse con cuidado porque la naturaleza cuando es salvaje, que es como debería de ser siempre, es muy salvaje y cumple estrictamente con el ciclo de la vida.



Hoy ando pensando en Aniak. Regreso en pensamiento muchas veces a sus caminos pedregosos, a sus árboles, al río, a los salmones saltando en su ruta contracorriente. Es un lugar que ha marcado nuestros corazones. Un lugar difícil, duro, hermoso aunque lleno de espinas. Sin embargo, le debo mucho a este rincón del mundo que me enseñó a apreciar cada plato de comida, la cama donde duermo y sobre todo la vida, por llevarme al límite de mis propios miedos para hacer que me enfrentara a ellos cara a cara, sin máscaras ni escudos improvisados por medio.



La libertad está en nuestras cabezas, dentro de ellas, porque tenemos el poder sensacional de volar sin salir de casa, así que aprovechando esta virtud que nos hace libres, hoy viajo de nuevo hasta allí y me es fácil recordar los olores, la sensación de estar cubierta del polvo que levantaba nuestro paso por los caminos, el estado de alerta en que me sentía inmersa cuando nos adentrábamos en el bosque, la cadena de pensamientos agolpados que se desataban sin control poniéndome mentalmente en todo tipo de situaciones adversas, sacando a flor de piel el instinto de supervivencia, activando las alarmas y los mecanismos de defensa, porque la Alaska rural no es un juego de niños y el bosque tiene sus peligros.



Recuerdo a los nativos con su particular código de conducta, tan diferentes, delante de los cuales no se podían mencionar los osos porque era como invocarlos, lo que piensas lo atraes, era una manera de provocar un encontronazo con ellos, que era justo lo que me pasaba a mí, que me encontraba osos cuando iba a tirar la basura porque no salían de mi cabeza.



"Fuí a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido"(El club de los poetas muertos). Exactamente así sucedió, así que me siento muy agradecida a esta experiencia increíble que tuve la oportunidad de vivir y ahora de recordar, morriña.

2 comentarios:

Rocío dijo...

Qué bonita experiencia, se nota que tuvo que ser muy especial....salvo por lo de los osos qué miedo!!! ¿qué pasó cuando te los encontraste? no me imagino yo delante de un oso....si ya me asustaban la única vez que los he visto, y fue en el Parque Natural de Cabárceno, en semi libertad.....

Lorena dijo...

Rocío: Fue increible, es cierto, y de vez en cuando me viene a la cabeza. En los archivos de agosto 2009 tienes todo el viaje contado día a día. Nos dimos la vuelta después de estar un buen rato disfrutando de verlo por allí en libertad, fue alucinante, la verdad. Gracias por la visita Rocío, que tengas un buen día.